BEIRUT, Líbano.- El Líbano, escenario de una ofensiva israelí contra el movimiento Hezbollah, está atrapado en un pulso entre Estados Unidos y sus aliados, que tratan de cambiar el equilibrio de fuerzas en el país, e Irán, que lucha por el statu quo, según los expertos.
El asesinato del jefe de Hezbollah, Hasán Nasralá, en un bombardeo israelí a finales de septiembre provocó un sismo en el país, donde la formación chiita domina la vida política.
“Es una pulseada entre Irán”, por un lado, “y los Estados Unidos e Israel” por otro, analiza Michael Young, del centro Carnegie para Oriente Medio.
“Los israelíes y los estadounidenses (...) tratan de usar la fuerza militar para transformar el equilibrio de fuerzas en Líbano a su favor. Y nada demuestra que los iraníes vayan a aceptarlo sin luchar”, señala.
Hezbollah, el movimiento islamista aliado de Irán, abrió un frente con Israel el 8 de octubre de 2023, en apoyo al movimiento islamista palestino Hamas en su guerra contra Israel en Gaza.
Los enfrentamientos en la frontera se convirtieron en guerra abierta en septiembre y desde entonces, el futuro de la formación, armada y financiada por Irán, está en juego.
El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, consideró el 11 de octubre que el pueblo libanés tenía gran interés en que su “Estado (...) asuma sus responsabilidades por el bien del país y de su futuro”.
Unos días antes, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, había instado a los libaneses a “salvar” a su país liberándolo “del Hezbollah”. Amenazó con que, si no lo hacen, correrán la misma suerte que la ahora devastada Franja de Gaza, asolada desde el ataque de Hamas de hace un año.
“A Estados Unidos le gustaría ver debilitado -o incluso desarmado- a Hezbollah, pero teme que Israel vaya demasiado lejos en su campaña militar”, explica Kim Ghattas, que escribió un libro de referencia sobre Medio Oriente, titulado “Black Wave”.
El primer ministro libanés, Najib Mikati, venía evitando criticar a Irán, pero el viernes denunció por primera vez la “flagrante injerencia” de la República Islámica y convocó a su encargado de negocios.
Netanyahu no quiere un alto el fuego unilateral en LíbanoLa determinación de Irán de vincular cualquier alto el fuego en Líbano al fin de los combates en Gaza ha irritado a Beirut, indicó un responsable del gobierno libanés que pidió el anonimato. “Irán quiere preservar lo que queda de sus activos en Líbano y asegurarse de que el régimen sobreviva”, explica Kim Ghattas. Para ello, “debe encontrar un equilibro: seguir apoyando a Hezbollah (...) y al mismo tiempo mostrar que está listo para la diplomacia”.
Hezbollah dice que entró en una “fase de escalada” con Israel. Irán se prepara para que Israel tome represalias contra su ataque con misiles del 1 de octubre. “Líbano ha pagado y sigue pagando un alto precio por los conflictos extranjeros”, deploró el viernes el primer ministro, pidiendo un alto el fuego.
“Lecciones del pasado”
Mikati está al frente de un gobierno dimisionario y ha gobernado de facto el país durante los dos últimos años, en los que las disensiones entre Hezbollah y sus opositores han impedido la elección de un presidente.
El dirigente afirmó el martes que se realizaban “serios esfuerzos” para esta elección.
Varios líderes políticos apoyaron la convocatorias de elecciones presidenciales, pero pidieron al mismo tiempo que prevalezca la unidad nacional, sin querer dar la impresión de aprovecharse del debilitamiento de Hezbollah en un momento en que las tensiones entre comunidades son elevadas en el país.
“Creo que las partes libanesas hostiles a Hezbollah (...) no quieren provocar a la comunidad chiita, que ya se siente humillada, enfadada y aislada”, señala Michael Young. “Y que, no lo olvidemos, está armada”, añadió.
Hezbollah es el único grupo que conservó las armas tras el final de la guerra civil (1975-1990). Para Kim Ghattas, “parece que los políticos aprendieron las lecciones del pasado”.
Durante la invasión israelí de 1982, su ejército desalojó a la poderosa Organización para la Liberación de Palestina (OLP) e intentó cambiar el equilibrio de poderes en el país.
Un presidente aliado de Israel, Bachir Gemayel, fue elegido pero asesinado antes de tomar posesión. A esto siguió la masacre de los campamentos palestinos de Sabra y Shatila y una sangrienta guerra interconfesional. Por último, apareció un adversario aún más desafiante para Israel, Hezbollah.